20.8.08

Traducen el Quijote chino

Por Elizabeth Cruz Madrid
El Financiero, Ciudad de México, 11/08/08


De abuelo cantonés, Mónica Ching se enfrentó a la obra de Cao Xueqin, considerada el Quijote chino, para traducirla y darla a conocer en México. Sueño en el pabellón rojo es una de las novelas chinas más importantes, ya que con ella su autor, Cao Xueqin, incorporó un lenguaje literario y 400 palabras nuevas al chino; además, en su libro refleja a las distintas clases de la época feudal de su país, donde se están realizando en estos días los Juegos Olímpicos de 2008.

Se le compara con el Quijote no sólo por su relevancia sino por su extensión: "Tardarías seis meses leyéndola ininterrumpidamente", explica Mónica Ching, quien se dio a la tarea de buscar en China una edición juvenil de esta obra para traducirla al español y darla a conocer en México. Y aunque la razón para hacerlo puede ser obvia, dada la poca difusión de la literatura china, explica por qué lo hizo:

-Cuando fui a China tenía la intención de buscar una serie de libros juveniles e infantiles de su literatura clásica. Entonces me topé con esta versión de Sueño en el pabellón rojo. Como ya conocía esta colección y la novela, porque la había estudiado durante mi maestría de estudios de Asia y África en el Colegio de México, la elegí. Pero antes hice una búsqueda en todas las librerías de Beijing hasta encontrar la mejor, la que tuviera el mejor resumen e ilustraciones, y salió ésta.

Ching habla de toda una colección porque Sueño en el pabellón rojo es el primer libro que traducirá bajo el sello de Ediciones del Castor, pero luego publicará otras tres adaptaciones de obras clásicas chinas: Viaje al Oeste / Las aventuras del Rey Mono, A orillas del agua y Romance de los tres reinos.

Ching, cuyo interés por esta cultura milenaria procede de un abuelo cantonés, no intervino en la síntesis de Sueño en el pabellón rojo. Sin embargo, comenta:

-Me imagino que tuvieron mucha dificultad en decidir qué capítulos incluir y cómo reducirlos. Uno de los criterios claros fue eliminar todos los pasajes atrevidos o de más carga sexual, como clasificación "c", y las peleas. Los pasajes de poesía también los eliminaron, sólo dejaron los más representativos, como cuando crean el club de poesía y Daiyu escribe el poema a las hojas secas, que es el clásico poema de esta obra, que todos los chinos conocen perfectamente; otro criterio fue dejar primordialmente aque- llos capítulos que reforzaran y estuvieran de acuerdo con las críticas de un gobierno comunista: el contacto de la gente con el pueblo.

-¿Qué nos puede decir sobre la importancia de esta novela en términos del lenguaje?

-De las cuatro novelas clásicas chinas, Sueño en el pabellón rojo es la última de la etapa dinástica. Por tanto, uno de los grandes logros de Cao Xueqin fue incorporar un lenguaje muy moderno del chino clásico. El bai-hua, que se conoce como la lengua vernácula, se fue poniendo en práctica en la literatura desde un principio pero de manera gradual. Precisamente los letrados consideraban que aplicarlo a la literatura desembocaría en una obra menor, de poca calidad. Ellos respetaban aquellas obras que seguían los cánones de la escritura clásica. A partir de estas novelas que te estoy hablando se empezó a usar el bai-hua dentro de la literatura, y lo que hace Cao Xueqin es darle más apertura dentro de esta novela, porque su intención era hacer una obra [que no fuera] oficialista ni compleja ni que repitiera la filosofía e historias de la antigüedad. Es una cuestión más moderna de entretenimiento; por decirlo de una manera muy barata: parecidas a nuestras novelas semanales. Yo creo que el autor nunca pensó que su obra iba a ocupar un espacio en la literatura universal.

-¿Qué dificultades de traducción enfrentó?

-En las partes de poesía y refranes había que descifrar y contextualizar; pasarlos a un español más amplio y no con este estilo telegráfico, sintético, del chino. Para resolverlo me di libertad de traducción. Me valí de mi pequeña vena de escritora, del contexto de mi propio lenguaje y del conocimiento de la lengua china para encontrar similitudes tipo "no todo lo que brilla es oro". Además, es muy interesante ver que tenemos el equivalente de muchos proverbios chinos en español, y no dudo que originalmente vengan de ahí.

Sin embargo, Ching aclara:

-Al traducir mi idea era no usar ninguna figura literaria, sino descripción, y no repetir tanto lo que venía en la imagen. Evité usar un lenguaje adornado, meter mi cuchara; busqué la simplicidad absoluta, sin caer en la simpleza. La imagen es un lenguaje por sí mismo que ocupa un 50 o hasta un 60 o 70 por ciento de la información, y este texto, sin las imágenes, se pierde totalmente.

Las imágenes también fueron muy importantes a la hora de traducir, dice; "si lees la versión literal sentirías que es una novela de lo más tonta, porque el chino es un lenguaje sintético, implícito y descontextualizado, contrario al español. Por ejemplo, en toda esta parte del lloriqueo, en la que todos lloran por todas partes, traté de buscar todos los sinónimos posibles, las diferentes maneras de decir lo mismo. Hay repetición constante y, a nuestro criterio, si se hiciera una traducción literal, sería un lenguaje totalmente pobre. No quiere decir que esta versión esté mal escrita: asó son las características del idioma. La riqueza reside en otras cosas. Uno de los criterios que traté de seguir fue que cada párrafo, correspon- diente a una viñeta, debía contener una sola idea cerrada. Creo que lo logré y me tardé muchísimo en pulir. Esto me costó un trabajo de estilo y cambiar mucho las palabras; claro, siempre respetando la idea original.

Es así como Mónica Ching hace su labor por difundir la cultura china fuera de los aparadores de las Olimpiadas de Beijing. La adaptación de Sueño en el pabellón rojo que tradujo "es de placer y no de estudio -aclara-. Una introducción al estilo y temas de la literatura clásica china".

Hay mucho que decir sobre Sueño en el pabellón rojo. Algunos creen que es una especie de autobiografía de Cao Xueqin, ya que la historia del personaje principal, Baoyu, se parece a la suya. También hay polémica sobre su final, pues no le pertenece al autor, muerto antes de terminar el libro. Mónica Ching, como otros, considera que éste traiciona el pensamiento del escritor, ya que "Baoyu representa al antifuncionario, al anticonfuciano, al antiformalidades. Estaba más inclinado al taoísmo y misticismo, hacía un reconocimiento de su feminidad como hombre, algo muy atrevido para su tiempo; y en los últimos 30 capítulos el editor hace que retome el buen camino".

Otro aspecto que llama la atención es su estructura narrativa, puesto que inicia con una leyenda. "La obra original empieza con una introducción muy larga de la historia de la roca -explica Ching-. Después, el narrador habla en primera persona. A esta novela el autor la quería llamar originalmente La historia de la roca. En la versión que traduzco esto se pierde porque es muy sencilla y accesible a un público joven, y sobre todo es una invitación a que la gente tenga ánimo de leer la obra original, que es una de las joyas de la literatura oriental."

Y no es la única joya a la que se busca acercar Ching. Su proyecto incluye la traducción de otras tres, sobre las que nos cuenta: "Estoy empezando a trabajar en la tercera: A orillas del agua, que es fascinante. Espero que El Rey Mono salga a más tardar en junio o julio del año próximo, pero si sale en enero sería yo la mujer más feliz. Se corre el rumor de que China será invitada para la Feria de Guadalajara de 2010; si es así, desearía que Ediciones del Castor encontrara coeditores para publicar y que se pudieran presentar los cuatro libros entonces."

Ching dice también que "la experiencia de traducción entre una y otra obra ha sido totalmente diferente. En Viaje al Oeste mi reto ha sido traducir a los miles de monstruos y deidades. En cambio, en Sueño en el pabellón rojo me encontré con la dificultad de que se perdía mucho del contexto, que para el lector chino era quizás evidente: pero para el lector totalmente ajeno a él, no".

A pesar de su labor, Ching no se considera traductora: "Me faltaría traducir muchas obras para denominarme así", dice. Tampoco pretende serlo, porque se define "ecléctica, con intereses variados". Tal vez por eso ahora está trabajando como intérprete en las Olimpiadas de Beijing, mientras rastrea más formas de difundir esta cultura milenaria.

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