21.9.08

La fe los traidores

Por Luciano Piazza
Radar Libros, Página/12, Buenos Aires, 14/09/08


La primera novela de Gabriel Pasquini es un recorrido a lo largo de la conciencia revolucionaria del siglo XX. Y esa conciencia es narrada a través de los cuadernos de protagonistas de la militancia: uno en los años ‘20, cruzando el océano para una misión encomendada por la Internacional con el objetivo de fundar el comunismo en América; el otro, un guerrillero de los ‘70 escribiendo desde una isla en el Delta las memorias de la derrota desde el nuevo contexto democrático. Ambos personajes han entregado su identidad y su destino a una conciencia revolucionaria marcada por la impronta de la lectura histórica. La Historia y la Revolución piensan en ellos, y la otra historia, la de los hechos que desoyen teorías y desmantelan mitos, los contradice. Desde esa contradicción se construyen sus preguntas constitutivas y, entre pregunta y pregunta, emergen viejas tramas en busca de nuevas respuestas.

El tono del romanticismo decimonónico introducen a Vittorio, un revolucionario comunista de los años ‘20. Su historia se abre cuando necesita encontrar ayuda para su hijo enfermo en el barco que los lleva a él y a su mujer a América. Entre América y Europa, entre el futuro de la revolución y de su secreta misión, y el pasado que contiene las lealtades y traiciones que cruzan el sur y el norte italianos, la Gran Guerra y el Octubre Rojo, la historia –la Historia y su propia historia, la de Vittorio– lo empiezan a perseguir. Por oleadas, van llegando algunas revelaciones insospechadas, giros que ponen a prueba permanentemente su fe revolucionaria. La intriga lleva el relato a tensiones dignas de misterios policiales y, en paralelo, a desengaños entre el amor y la pasión. La gran pregunta de Vittorio es si logrará su misión en América, si logrará hacer flamear esa bandera roja que lleva debajo de su hijo moribundo.

El relato queda allí en suspenso y se encamina hacia los cruces con el desengañado militante de los años ‘70. El contraste de épocas y de géneros es un verdadero acierto en la intención de armar el retrato de las preguntas más actuales sobre la ilusión de un cambio dramático en la política. En las hojas del guerrillero derrotado se lee el otro extremo de la historia. Recapitulando lo que pasó, y qué lo llevó a estar allí vivo pero al fin y al cabo sin causa y sin ejército, es un diario escrito con reflexiones cortas, tramadas con relecturas de escritos latinoamericanos sobre —alrededor de— la revolución.

El barco que llega a América con Vittorio marca no sólo la llegada sino también el comienzo de la izquierda en América. Mientras que los diarios del guerrillero son las notas del final de un proceso convulsionado, aquellas preguntas que la ideología revolucionaria, en plena praxis, no contemplaba. Revolución o muerte, dicotomía que para el sobreviviente se ha transformado en un viejo grito de guerra. Hoy, ¿cuál es la tercera mitad en esa opción? Si su Dios ha muerto, ¿cómo hacer el duelo?

La fe de los traidores se asoma frontalmente, a pesar de su elaborado trabajo literario, a preguntas y tópicos de fondo. No elude preguntas cuya sola formulación —más allá de las respuestas— resultarán incómodas para el sobreviviente, el vencido, el que ha dado todo o mucho de sí por algo que lo trascendía. Esas preguntas caracterizan a estos ejemplares cuya identidad de pronto se ha extinguido por fuerza mayor. La lealtad definía una identidad con la conciencia forjada sobre la idea de que el mundo tal como es sólo puede ser cambiado de manera dramática, drástica, por una revolución. ¿Qué queda para ellos después de la caída del Muro? ¿Qué opciones han quedado para los vencidos? ¿En qué se transforma la identidad, una identidad que de algún modo ha sido entregada por una causa y con la que muchos han encarado los años más importantes de su vida?

Desde esa contemporaneidad indaga Gabriel Pasquini sobre la fe de los traidores, una fórmula enriquecida al final del libro en todo su sentido paradójico e histórico. El cruce de géneros para retratar al unísono el comienzo y el fin de una época, es un paso intermedio pero decisivo para hablar del silencio actual: la incomodidad de estar con vida después de la derrota y el dolor de volverse conformistas con una vida nueva.

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